martes, 6 de mayo de 2008

Globalización y democracia
El proceso de globalización está haciendo obvio lo que ya mucha gente sabía: que ni en el mundo en su conjunto ni en los países ricos puede hablarse propiamente de "democracia".
¿Cómo puede hablarse de democracia, cuando muchas de las decisiones que nos afectan se toman en despachos de las multinacionales? ¿Qué democracia, cuando las instituciones de "gobierno mundial", como la OMC, el G-8 o el FMI, no han sido votadas por la gente, y son controladas por los líderes de unos pocos países al servicio de las grandes empresas?
Además, sin transparencia no puede haber democracia. A la mayor parte de la población se le oculta el significado de esas instituciones, para que crean que se trata de "organismos técnicos" sin implicaciones políticas, y sobre todo, se le oculta la relación entre sus políticas y los hechos que suceden como consecuencia.
La Organización Mundial de Comercio dirige la globalización
Un ejemplo de estos falsos "organismos técnicos" es la Organización Mundial de Comercio (OMC). La OMC es considerada por los expertos como la principal institución del proceso de globalización (o de generalización del "libre comercio").
Con la excusa de liberalizar el comercio, la OMC crea las condiciones para que las grandes empresas transnacionales puedan dominar la economía mundial, en un proceso que destruye el medio ambiente, deteriora los derechos humanos y perpetúa la pobreza.
Consecuencias sociales de la globalización (1)
La desigualdad es hoy mayor que nunca. El 80% de la población cuenta con menos del 20% de los ingresos, y la brecha continúa aumentando. Además, los pueblos que mantenían cierta calidad de vida sin apenas necesidad de dinero (campesinos autosuficientes, indígenas...) están perdiendo sus modos de vida, expulsados de sus tierras por grandes empresas, terratenientes, o por la "invisible" mano del mercado. Cientos de millones de personas pasan hambre. Los efectos de la globalización en la agricultura tienen que ver con el aumento de la pobreza y el hambreTen en cuenta que la mayor parte de la población mundial es agraria. No falta tierra para cultivar. De hecho, se podría alimentar a una población de más de 10.000 millones de personas. Pero el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha decidido que existe un mejor destino para las tierras cultivables que dar alimento a la población local: los mercados de exportación.
De esta forma, África, Latinoamérica y gran parte de Asia se ven obligadas a adaptarse a un mercado mundial para el que deben producir monocultivos para exportación: soja (2), café, algodón, plátanos, flores...
Estos monocultivos benefician a unas pocas empresas, pero perjudican la supervivencia de la gente. La población de estos países preferiría seguir produciendo alimentos para autoconsumo y para los mercados locales, pero el FMI les obliga a transformar su economía por medio de los Planes de Ajuste Estructural (3).
Para empeorar las cosas, la entrada de la globalización en un nuevo territorio agrario va acompañada de grandes cantidades de pesticidas y a menudo, de cultivos transgénicos.
Pero la globalización tiene también efectos en la industria.

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